Pocho (2)

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Yo también lo miraba serio.
Me miraba y yo lo miraba… Ambos serios. Ambos ebrios.

Hasta que de un momento a otro no lo pude evitar.

Empecé a cagarme de risa.

Hacía un momento, cuando me habló por primera vez casi no se le entendió nada, hablaba con dificultad y esbozaba una sonrisa ebria muy diagonal. Pensé en la frase… “se me escapó una moneda”. Sinceramente no es gracioso, pero en ese momento imaginé al gordito corriendo una moneda de 50 centavos rodando por la plaza y me tenté. Su estrategia de venta tampoco quedaba atrás… era malísima, pero el contorsionismo de sus palabras en su boca dopada fue determinante: no podía parar de reír y ya comenzaba a dolerme el abdomen.

- La cagada de las monedas es que son redondas y ruedan.

Le dije cuando pude tomar aire. No sé si me entendió, él hacía rato también estaba riendo a panza llena y diente salteado.

Rueda la moneda redonda. Rueda y reímos los dos. Rueda, rueda. Rueda, se me escapa la moneda.

- Y sí vieja… así es la plata, se te escapa.

Dijo mi pequeño burgués interno. Pero no me importaba intentar reducir diferencias simulando penurias económicas. Todo mi yo se desmoronaba de risa. Incontrolable. Reacción inexplicable a la presentación de un mal vendedor de sahumerios, ebrio, que todavía no me decía a cuánto estaba la bolsita de 5.



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